
Nos la encontramos cuando paseamos por las calles de nuestra ciudad o al volante de nuestro coche, escuchando la radio o viendo la televisión, incluso cuando estamos delante de nuestro ordenador conectados a Internet.
La publicidad actúa sin violencia. Por su apariencia y su emplazamiento, anuncia al lector, al radioyente, al telespectador o al internauta que se trata de publicidad y que, por lo tanto, va a intentar seducirlo y persuadirlo. La publicidad que trata de disimular, de ocultarse tras el anonimato, de mostrar falsas apariencias en cuanto a la información o trata de engañar al consumidor, está haciendo un mal servicio a la sociedad y a la misma publicidad, y es un deber denunciarla porque eso no es publicidad.
La publicidad es una actividad al servicio de la economía de libre mercado, factor imprescindible de la competitividad entre empresas, marcas y productos, que trata de convencer utilizando la seducción de unos objetos o de unas ideas. Porque la publicidad no se limita hoy en día a ser un instrumento al servicio del marketing de una empresa en particular, sino porque también es necesaria para dar a conocer proyectos institucionales, causas sociales o programas políticos.

¿Cómo puede analizarse sin pasión, algo que para unos es bueno y para otros malo? ¿Información frente a manipulación?
Para saber más: