sábado, 12 de mayo de 2012

TRADICIONAL Y MODERNO

Cuando hacemos alusión a ambos conceptos parece ser que obligatoriamente, consciente o inconscientemente, tuviéramos que comparar, elegir: “¡No, no, lo de antes era mejor!”, “lo de antes duraba más”, “antes si se sabían hacer las cosas”, etc. Es más, todavía en mi cabeza resuenan las palabras de mi madre “prefiero la vida antigua, la de antes, a esta vuestra, a esta tan moderna…”. 

También he escuchado a aquellos que han preferido la medicina tradicional, la cocina tradicional, el arte tradicional, el toreo tradicional, el matrimonio tradicional,  o,… clásico/a.

Y es que parece que todo lo asociado a lo clásico, a lo tradicional sea bueno, lo mejor. Incluso hasta lo malo, con un toque de antigüedad, se convierte en algo positivo, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

Pero entonces, ¿por qué la medicina moderna, la cocina moderna, el arte moderno, o,… contemporáneo/a? ¿Por qué todo lo contemporáneo, lo moderno, es lo más? Lo más guay, lo más chic, lo más cool.

 Lo moderno, lo contemporáneo y lo joven puede referirse a los primeros tiempos en la existencia de algo, y puede ser sinónimo de energía, vigor y frescura. “Juventud divino tesoro”.  “Renovarse o morir”, es decir, volver a recuperar la fuerza o la energía,  modernizarse o morir.

¡¡¡Siempre elección, maldita o!!! ¡Siempre alternativas!

Moderno y tradicional, energía y sabiduría, acción y reflexión, aprender y vivir, respetar y adaptar. “UNIÓN”.

Es por ello, que cuando hace unos años se empezaba hablar del comercio por Internet, de las ventas online, parecía más una utopía que una realidad, un comercio más propio de los países del norte, incluso de otros planetas. Parecía, y parece para algunos, algo muy frío. En contraposición con el comercio tradicional, ese comercio cara a cara, cálido, basado en relaciones y habilidades sociales, en donde existe la posibilidad de utilizar todos y cada uno de nuestros sentidos.

A muchos de nosotros, por no decir a todos, nos gusta ver el producto, tocarlo, olerlo, saborearlo y escucharlo si es posible (todo producto se debe crear con la intención de que nos diga susurrándonos al oído, ya sea con modernas o tradicionales técnicas de Merchandising,  “écheme en el carro”), en definitiva, catar antes de comprar un producto. Sin embargo, el comportamiento de las personas en las transacciones de compra está cambiando y adaptándose gracias a las nuevas tecnologías e Internet, y el comercio electrónico se está convirtiendo en algo totalmente normal en muchos segmentos de la sociedad, ganándole terreno al comercio tradicional (las tiendas físicas de toda la vida), al que está dejando en un simple y sencillo, ¡renuévate, se joven!

A muchos de nosotros, por no decir a todos, nos gusta ahorrar, en tiempos, desplazamientos  y, ¡cómo no!, en precios. 

A mí me gusta por excelencia, la venta tradicional, y por ahorro y comodidad, la venta online. ¿Y a ti?

2ª Parte
Sorpréndete: lo dijo Sócrates