Es un hecho incuestionable que la publicidad forma parte de nuestro entorno cotidiano. Es imposible ignorarla, está en todas partes. A veces, la seguimos muy de cerca como hipnotizados, como inconscientes, embelesados, ensimismados, sin darnos cuenta; otras veces en cambio, somos incansablemente perseguidos por ella hasta casi devorarnos, amargando nuestra existencia.
Nos la encontramos cuando paseamos por las calles de nuestra ciudad o al volante de nuestro coche, escuchando la radio o viendo la televisión, incluso cuando estamos delante de nuestro ordenador conectados a Internet.
La publicidad actúa sin violencia. Por su apariencia y su emplazamiento, anuncia al lector, al radioyente, al telespectador o al internauta que se trata de publicidad y que, por lo tanto, va a intentar seducirlo y persuadirlo. La publicidad que trata de disimular, de ocultarse tras el anonimato, de mostrar falsas apariencias en cuanto a la información o trata de engañar al consumidor, está haciendo un mal servicio a la sociedad y a la misma publicidad, y es un deber denunciarla porque eso no es publicidad.
La publicidad es una actividad al servicio de la economía de libre mercado, factor imprescindible de la competitividad entre empresas, marcas y productos, que trata de convencer utilizando la seducción de unos objetos o de unas ideas. Porque la publicidad no se limita hoy en día a ser un instrumento al servicio del marketing de una empresa en particular, sino porque también es necesaria para dar a conocer proyectos institucionales, causas sociales o programas políticos.
En un mundo sobrecargado de comunicaciones negativas, la publicidad es la única que anuncia buenas nuevas, la que sólo ve el lado positivo de las cosas, es simple y llanamente optimista. Su registro es el de la comedia, el del musical, la fantasía, ilusión y magia, nunca el del drama. Utiliza el sarcasmo, y su ironía no tiene la intención de ofender o desagradar. Su objetivo es atraer la simpatía a través de la empatía. La vida es bella, el cielo es azul, las mujeres son hermosas y seductoras, los niños son sanos y encantadores, las familias siempre están felizmente unidas, la menstruación es esa alegre dama vestida de rojo, las casas acogedoras, los trabajos se transforman en juegos, etc. En definitiva, la publicidad no puede dejar de ser convencional desde el momento en que se ve obligada a reflejar los estereotipos de los diferentes ambientes a los que se dirige.
¿Cómo puede analizarse sin pasión, algo que para unos es bueno y para otros malo? ¿Información frente a manipulación?
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